La lupa es
un instrumento óptico que consta de una lente convergente de corta distancia
focal, que desvía la luz incidente de modo que se forma una imagen virtual
ampliada del objeto por detrás de una. Una lente convergente puede conseguir
que la imagen de un objeto se vea ampliada, y, por lo tanto, verla bajo un
ángulo aparente mayor.
Puede
interpretarse su funcionamiento a través de la imagen virtual y aumentada que
produce; pero su correcto uso (ha de estar justo delante del ojo, y el objeto
ha de estar en el foco de la lente, para obtener una imagen en el infinito y
una visualización relajada, al no estar trabajando los músculos ciliares para
enfocar al infinito) sugiere otro razonamiento: puesto que el tamaño apreciado
depende del de la imagen final en la retina, dada por el sistema óptico
completo (lupa más ojo), lo que permite la lupa es obtener un aumento angular.
El máximo tamaño angular se consigue acercando el objeto al ojo, pero este es
incapaz de enfocar a distancias más cercanas del punto próximo. La lupa,
superpuesta al ojo, permite acercar éste, de forma que el objeto subtienda un
mayor ángulo.1
Las lupas
pueden ser de distintas curvaturas, y proporcionalmente, la lente puede tener
cierto grado de magnificación. Generalmente, las lupas de mayor diámetro son
más potentes (menor distancia focal), ya que permiten una mayor curvatura de
sus superficies, al ser necesariamente el cristal estrecho en la periferia y
grueso en el centro.
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